
Los dos eramos muy jovenes, casi unos niños. Nos conocimos unas vacaciones en el pueblo, en verano, cuando las vacaciones entonces, duraban casi tres meses.
Paseos por la fuente La Nava, verbenas con la pandilla en los dias de fiestas, meriendas en San Roque al pie de su hermita, tardes de pipas y risas... Nuestras miradas inocentes, a veces con mas de un sonrojo, se iban cruzando, algo nacia poco a poco entre los dos.
Un dia de septiembre, con las maletas cargadas ya casi en los coches de nuestros padres, nos cogimos de la mano y nos perdimos por la vereda que llevaba al tremedal.
Alli, El olvido su primera navaja y yo conoci la ternura..., Luego, en silencio, grabamos nuestros nombres en la piel de un joven roble que crecia en la pradera "Marian y..."
Tu, te marchaste para el otro lado de la sierra, yo regrese a la capital. Aunque yo volvi muchos veranos nunca volvimos a vernos, el invierno, las distancias y los cambios en nuestras vidas, se encargaron de barrernos a la isla del olvido...
Hoy que volvi de nuevo al pueblo, viniste de nuevo a mi mente y busque nuestros nombres grabados hasta que los encontre. El sitio sigue siendo el mismo pero algo si que ha cambiado, aquel pequeño roble que guardo nuestro secreto hoy puede alcanzar el cielo con la punta de sus yemas. Y alli arriba seguimos, juntos, pegados, donde comienzan a separarse sun anchas y fuertes ramas. Los senderos por donde en su dia fluyo savia fresca y vigorosa hoy son cicatrices que el tiempo le fue dejando... Pero solo el viejo roble ha mantenido unidos y secretos nuestros sentimientos de aquel verano.
Mañana seras de nuevo trocito de la inocencia, pero hoy he vuelto a recordar con una sonrisa nostalgica, tu navaja perdida entre la hierba...