Recuerdo
el sabor agridulce
de aquellos años de
mi tierna e inocente niñez.
Agrio por tener que despedirme
de las horas de siestas, del mar de
Agosto, del querido pueblo, del sol,
de los dias largos, de las meriendas
en el rio....
Dulce por la vuelta al cole, por el olor
a libros nuevos y gomas de nata, inolvidables.
Por volver a ver, de nuevo, al compañero de clase
que te quitaba el sueño y siempre miraba a otra....
Con Septiembre todo volvia a su normalidad, la rutina venia de su mano. Tambien traia en algunas ocasiones algunas amigas nuevas, que se unirian en nuestras travesuras y serian a la vez complices de nuestros mayores secretos.
Septiembre siempre me devolvia a la niña mas repipi, al niño mas empollon, al mas barbaro del cole, a la cotilla de turno, al niño mas guapo del mundo, y a los mas sabios del planeta, los profesores.
Que lindo Septiembre entonces...
Olia a ropa nueva, a zapatos que destrozaban los pies, al ruido estridente del despertador, a mi madre, siempre ella, que ya con el desayuno preparado, ese desayuno que sabia como solo saben las cosas hechas con ese amor especial, irrecuperable y maravilloso.
Era el mes de los lapices, de pinturas de colores, el del principio de todo, el de recoger moras de las zarzas, el del veranillo del membrillo. Y el del llanto de algunos niños que por primera vez llegaban al cole y se alejaban de la falda de sus madres.
Septiembre nos va haciendo a la idea del fin del verano, empieza a tirar las hojas resecas y a intentar vaciar las nubes.
Septiembre era....,
Es....
¿Lo seguira siendo....?